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Ministerio emisor – Sanctuaire Sainte-Rita

Ministerio emisor

Liberación: un servicio de la Iglesia por redescubrir

El Magisterio de la Iglesia Católica siempre ha tenido una comprensión clara, basada en las Escrituras y en la Tradición vivo y esto, a lo largo de los siglos, de la pérfida acción del diablo (latín: diabolus, del griego διάβολος / diábolosdel verbo διαβάλλω / diabállôque significa «el que divide» o «el que desune» o «engañador, calumniador»). La reflexión bíblica y dogmática estaba en el origen de esta búsqueda perpetua de la Verdad para conocer mejor no sólo los beneficios de la Redención realizada por Cristo, sino también para comprender mejor los constantes intentos del que divide, el «diabolos», que con demasiada frecuencia nos impide tener un «corazón indiviso. Sus atractivos son muchos, pero la gracia salvadora de Cristo permanece siempre por encima de ellos, a menos que el hombre consienta en la ignominia. Entonces, ¡la caída es inevitable!

El cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena (Austria), afirmó que «el ministerio de la liberación es necesario para la evangelización del mundo actual, porque nos permite encontrar la misericordia de Dios que nos libera, y de la que habla tan a menudo el Papa Francisco. Las reflexiones e instrucciones que se ofrecen en este folleto son el fruto maduro de una mayor participación de los fieles laicos en la misión de la Iglesia.

Afortunadamente, la Iglesia es consciente de la acción de Dios en favor del Hombre Vivo, aquél que, por y en Cristo, aspira a volver a ser «Imagen y Semejanza de Dios». «Imagen y Semejanza de Dios (Gn 5,3), gracias a una conversión del corazón, desfigurado por el pecado de nuestros orígenes y en busca de su filiación divina. La venida de Cristo es un paso en esta dirección, una salvación que nos salva del callejón sin salida, nos abre a la esperanza y nos libera.

Diversos motivos pueden frustrar o frenar esta noble y santa aspiración de acercarse a Dios, de ser su amigo. Entre ellos, la elección explícita de pecar sin arrepentimiento, o las manifestaciones del enemigo, el Divisor, que, más allá de las simples tentaciones presentes en nuestra vida cotidiana, nos ataca y atormenta a los cristianos (y a los no cristianos), aunque todos seamos peregrinos en esta vida. Esto puede ser el resultado de un deseo de vivir creando lagunas en nosotros mismos, como pecados graves no confesados en la confesión, o entregándonos a prácticas ocultas, o incluso sufriendo, de forma misteriosa, las enemistades de quienes nos desean el mal a través del Mal. Es la invocación del enemigo contra nosotros.

La Iglesia propone una mayor conversión personal mediante un sencillo proceso de renuncia al mal, de renovación de las promesas bautismales, de vida guiada por el Evangelio y de confianza en Aquel que libera y salva, Cristo mismo. Es esencial frecuentar los sacramentos de la penitencia y de la Eucaristía, incluida la Adoración al Santísimo Sacramento, así como eliminar todos los sentimientos negativos hacia cualquier persona (odio, deseo de venganza, etc.). El corazón debe ser libre, al tiempo que se libera del dominio del enemigo. Desatarse para liberarse: ¡la meta del camino!

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El enemigo del hombre puede actuar contra él de cinco maneras:

Busca tentarnos a través de nuestros sentidos, nuestra imaginación y nuestros afectos. La tentación es universal a causa del pecado de nuestros orígenes, pero nunca está por encima de nuestras fuerzas, pues la gracia siempre nos acompaña. La vigilancia constante y la perseverancia en el bien son las consignas para la victoria en esta batalla espiritual;

Puede INFESTARNOS (lugares, casas, objetos...);

Intentará HERIRNOS, es decir, atacarnos en nuestra oración, nuestra salud, nuestros afectos, nuestro trabajo, nuestros recursos y esto, aparte de los peligros ordinarios de nuestra vida cotidiana;

A veces utilizará la OBSESIÓN para provocar tentaciones interminables o pensamientos insoportables, a veces incluso pensamientos blasfemos u obscenos, de los que no podemos librarnos.

«Sed sobrios, velad: vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, va y viene buscando su presa. Resistidle con la fuerza de la fe». 1 Pe 5:8-9a

Remedios 1-2-3-4:

El discernimiento es esencial si se quiere hacer un diagnóstico serio, evitando interpretaciones que puedan ser simplistas y, por ello mismo, erróneas.

Si la duda es razonable o si existen pruebas, las oraciones de liberación serán útiles, necesarias e incluso esenciales. Se dirigen únicamente a Cristo, el Maestro de la liberación y de la curación interior, nunca al Divisor.

Estas oraciones rituales, solicitadas por la Iglesia y realizadas por y en presencia de un sacerdote católico, van SIEMPRE acompañadas de un cambio de vida, de una conversión, de una renuncia al mal y al Mal [l’ennemi], de la confesión y de la recepción de la Eucaristía, sin olvidar una caridad casi ejemplar hacia todos, incluido el perdón que hay que dar o recibir.

En casos muy raros, el Adivinador puede utilizar la POSESIÓN.
Esto lo reconoce meticulosamente un exorcista designado por el obispo de una diócesis.
Pueden recurrir a ayuda externa (psiquiatras, grupos de oración, compañeros sacerdotes, etc.) para que les ayuden a discernir y no estar nunca solos, mientras siguen de cerca las directrices del ritual de la Iglesia.
El sacerdote exorcista ejerce un ministerio particular de compasión, cuya autenticidad es reconocida por todos, porque es un hombre de fe, de gran prudencia y de integridad.
Se acompaña a las personas con gran discreción y caridad.

Es el poder de Cristo el que nos libera.

«Dad gracias al Padre, que os ha hecho partícipes de la herencia de los santos en la luz, que nos ha librado del poder de las tinieblas y nos ha introducido en el reino del Hijo de su amor». Colosenses 1:12-13

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ATENCIÓN: es preferible que te reúnas con un sacerdote católico que tenga los conocimientos necesarios, tenga experiencia y sea capaz, contigo, de discernir adecuadamente, mientras te dejas guiar en este viaje espiritual. En todo momento, eres libre y responsable en tu búsqueda de la liberación. Recurriendo a la fuente que es tu bautismo, encontrarás la liberación.

Y puesto que la gracia de Dios debe ser gratuita porque es un REGALO, sería abusivo que cualquier persona, sacerdote o no, te pidiera dinero, te convenciera de que debes hacer celebrar misas, o incluso te obligara a «purificar» tu árbol genealógico -nunca cargamos con los pecados de nuestros antepasados- y a ir más allá, de un modo u otro, de las claras directrices de la Iglesia en esta materia.

En casos raros de posesión, sólo un exorcista católico, por mandato de su obispo, puede llevar a cabo este ministerio particular.

¡No olvides nunca que abundan los falsos profetas y los buitres!