Ministerio emisor

La Iglesia es consciente de la acción de Dios en favor del Hombre Vivo, aquel que, por y en Cristo, aspira a volver a ser «Imagen y Semejanza de Dios», gracias a la conversión del corazón, aunque esté desfigurado por el pecado de nuestros orígenes. La venida de Cristo es un paso en esta dirección, una salvación que nos salva del callejón sin salida, nos abre a la esperanza y nos libera.

Diversos motivos pueden frustrar o frenar esta noble y santa aspiración de acercarnos a Dios, de ser amigos de Dios. Entre ellos, la elección explícita del pecado sin arrepentimiento, o las manifestaciones del enemigo, el Divisor, que, más allá de las simples tentaciones presentes en nuestra vida cotidiana, nos ataca y atormenta como cristianos (o no cristianos), aunque todos seamos peregrinos en esta vida. Esto puede ser el resultado de un deseo de vivir creando lagunas en nosotros mismos, como pecados graves no confesados en la confesión, o entregándonos a prácticas ocultas, o incluso sufriendo, de forma misteriosa, las enemistades de quienes nos desean el mal a través del Mal. Es la invocación del enemigo contra nosotros.

La Iglesia propone una mayor conversión personal mediante un sencillo proceso de renuncia al mal, de renovación de las promesas bautismales, de vida guiada por el Evangelio y de confianza en Aquel que libera y salva, Cristo mismo. Es esencial frecuentar los sacramentos de la penitencia y de la Eucaristía, incluida la Adoración al Santísimo Sacramento, así como eliminar todos los sentimientos negativos hacia cualquier persona (odio, deseo de venganza, etc.). El corazón debe ser libre, al tiempo que se libera del dominio del enemigo. Desatarse para liberarse: ¡la meta del camino!

Contactos

El enemigo del hombre puede actuar contra nosotros de cinco maneras:

Busca tentarnos a través de nuestros sentidos, nuestra imaginación y nuestros afectos. La tentación es universal a causa del pecado de nuestros orígenes, pero nunca está por encima de nuestras fuerzas, pues la gracia siempre nos acompaña. La vigilancia constante y la perseverancia en el bien son las consignas para la victoria en esta batalla espiritual;

Puede INFESTARNOS (lugares, casas, objetos...);

Intentará HERIRNOS, es decir, atacarnos en nuestra oración, nuestra salud, nuestros afectos, nuestro trabajo, nuestros recursos y esto, aparte de los peligros ordinarios de nuestra vida cotidiana;

A veces utilizará la OBSESIÓN para provocar tentaciones interminables o pensamientos insoportables, a veces incluso pensamientos blasfemos u obscenos, de los que no podemos librarnos.

Remedios 1-2-3-4:

El discernimiento es esencial si se quiere hacer un diagnóstico serio, evitando interpretaciones que puedan ser simplistas y, por ello mismo, erróneas.

Si la duda es razonable o si existen pruebas, las oraciones de liberación serán útiles, necesarias e incluso esenciales. Se dirigen únicamente a Cristo, el Maestro de la liberación y de la curación interior, nunca al Divisor.

[l’ennemi]Estas oraciones del ritual, establecidas por la Iglesia, van SIEMPRE acompañadas de un cambio de vida, de una conversión, de una renuncia al mal y al Mal , de la confesión y de la recepción de la Eucaristía, sin olvidar la caridad casi ejemplar hacia todos, incluido el perdón que hay que dar o recibir.

En casos muy raros, el Adivinador puede utilizar la POSESIÓN.
Esto lo reconoce meticulosamente un exorcista designado por el obispo de una diócesis.
Pueden recurrir a ayuda externa (psiquiatras, grupos de oración, compañeros sacerdotes, etc.) para que les ayuden a discernir y no estar nunca solos, mientras siguen de cerca las directrices del ritual de la Iglesia.
El sacerdote exorcista ejerce un ministerio particular de compasión, cuya autenticidad es reconocida por todos, porque es un hombre de fe, de gran prudencia y de integridad.
Se acompaña a las personas con gran discreción y caridad.

Es el poder de Cristo el que nos libera.


"Dad gracias al Padre, que os ha hecho partícipes de la herencia de los santos en la luz, que nos ha librado del poder de las tinieblas y nos ha introducido en el reino del Hijo de su amor".

Colosenses 1:12-13

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